Huasipungo, adaptada por Teatro Ensayo, es una representación basada en la novela de Jorge Icaza. Este montaje teatral, pone de manifiesto una realidad histórica y da cuenta del carácter clasista y racista de una sociedad; a la vez que lleva al escenario la brutalidad de la explotación indígena y la injusticia social que el libro denuncia.
Mirar la obra me llevó de inmediato a inmiscuirme en esa famosa sentencia dada por el filósofo Walter Benjamín en sus Tesis sobre el Concepto de Historia, donde manifiesta “No hay un solo documento de cultura que no sea a la vez de barbarie”.
Es justamente en la Tesis VII, donde Walter Benjamin pone de manifiesto que muchas veces la empatía del historiador historicista está innegablemente con el vencedor. Así todos los relatos históricos se convierten en herederos de todos los que han vencido hasta ahora. Sugiere entonces que el materialista histórico tiene que considerar los hechos con un aire distanciado, pues “todos los bienes culturales que él abarca con la mirada tienen en conjunto, efectivamente, un origen que él no puede contemplar sin espanto”, allí lanza la frase antes citada. Es decir, todo lo que vemos como signo de civilización y progreso es solo una cara de lo que realmente ha sucedido. Todo signo de civilización y progreso tiene una cara oculta y es la de la explotación, la del despojo, la del sufrimiento, que muchos prefieren callar y ni siquiera mencionar.
Vamos profundizando… podemos decir que no puede existir un “primer mundo” sin que exista un “tercer mundo”, o sea, no es que los países de primer mundo lo sean solamente por sus capacidades de producción, su generación de conocimiento, sus planes de gobierno, sino lo son debido a que explotaron, robaron, expropiaron a otros países, que son justamente los empobrecidos, y no porque no tengan la capacidad de salir del subdesarrollo.
La historia lo recoge, por ejemplo, para el caso europeo y norteamericano se habla que los “años gloriosos” o “las tres décadas doradas” de los 60´, 70´ y 80´. En tanto que, en Latinoamérica a partir de la década de 1970, se evidencia la brecha económica como consecuencia de la explotación de sus recursos naturales en manos de empresas extranjeras, como el caso del petróleo en nuestro país. América Latina se convirtió en proveedor de materias primas y las empresas que explotaron esos recursos solo dejaron a su paso pobreza, ecosistemas destrozados y altos índices de precarización de la vida.
Así funciona a nivel macro y micro. Es decir, dentro de un país las élites que gobiernan no es que sean élites en base a su trabajo y esfuerzo, no cabe generalizar, pero ciertas élites se forjaron en base a la explotación, al robo, a la apropiación forzada de los medios de producción. Ahora ya podemos entender que el pobre no es pobre porque quiere, sino que haga lo que haga está condenado a la pobreza, porque hay élites políticas y económicas a las que les conviene que así sea.
Esta realidad ha sido representada y que mejor documento que la propia literatura. Huasipungo da cuenta de un momento en nuestra historia -primera década del siglo XX- desde el arte expone la precariedad social con una crudeza que espanta. Andrés Chiliquinga es el protagonista explotado. La trama se desarrolla en torno a Alfonso Pereira, un hacendado ambicioso que, para pagar sus deudas y concretar un proyecto con inversionistas estadounidenses, decide expandir sus tierras a costa del despojo y abuso de los indígenas que trabajan en su hacienda. Andrés y su comunidad son sometidos a trabajos forzados en una minga general donde sufrirán de hambre y maltratos inhumanos. Cuando la comunidad indígena se rebela ante las injusticias, es brutalmente reprimida por los guardias del hacendado. La novela también nos habla de la resistencia y la dignidad, pese a que culmina con una escena trágica, destaca el valor de Andrés y otros indígenas, que finalmente son asesinados, mostrando la crudeza de la explotación y la impunidad de los poderosos.
Como vemos los temas principales en Huasipungo son la explotación y abuso de los indígenas. Actualmente las comunidades campesinas no viven tal situación de esclavitud, pero sin embargo la desigualdad social y opresión perduran, allí cabe preguntarnos ¿Por qué persisten esas estructuras del colonialismo y neocolonialismo imbricadas en las estructuras de poder? ¿Cuánto ha cambiado o cuán protegidas están las comunidades campesinas a partir de sus comunidades organizadas?
La obra teatral, nos comenta Antonio Ordoñez, “destaca porque surge como resultado de un trabajo de creación colectiva, hago hincapié en ello porque la creación colectiva implica una exploración en conjunto de metodologías, técnicas y procedimientos, lo que constituyó un paradigma de cómo surgió una nueva tradición contemporánea de teatro latinoamericano. Así vamos poniendo al teatro no como una simple apropiación estética de lo real, sino que le torna en un ente crucial para poner en consideración contextos y paralelismos de las luchas pasadas con las actuales”.
Puedo decir que este montaje colectivo es fiel al espíritu de la novela en el sentido de que mantiene la crudeza de la historia, resaltando la miseria, el abuso y la violencia sufrida por los indígenas. Nos habla de rebelión y resistencia, pues a pesar de la brutalidad en que vivían los indígenas tenían la valentía de intentar rebelarse contra la opresión, reflejando la lucha por la dignidad. Esta posición se muestra, teatralmente, en un lenguaje corporal fuerte y realista que permite darle autenticidad al texto y al contexto.
La escenografía es minimalista pero impactante, pues representa los contrastes entre el mundo de los terratenientes y la pobreza de los indígenas; lo que si destaca es el vestuario que nos da los matices que en escena confirman contraste.
Destaca en el montaje la creación colectiva enfocada en danzas contemporáneas y rituales andinos, lo que pone en movilidad intensa a los actores y permite que transmitan el sufrimiento y la desesperación de los personajes, vemos como recurso recurrente la mentira como aliada del poder, como herramienta inicial para el abuso, mismo que es ejercido sin ningún tipo de consecuencia para los opresores. Todos estos elementos amalgamados son un gesto original consiguen que el público conecte y se emocionen.
La puesta en escena de Huasipungo ha sido una de las más importantes adaptaciones del realismo social ecuatoriano al teatro, impactando al público y manteniendo viva la crítica de Icaza sobre la desigualdad y la explotación. Ordoñez comenta que hace cincuenta años Icaza no se atrevió asistir a ningún ensayo de la obra, pues le preocupaba el resultado de saber cómo se representaría su novela, finalmente vio la obra y se quedó congratulado con los resultados.
El Teatro Ensayo ha sido un pilar fundamental en el desarrollo del teatro ecuatoriano, su director destaca, que el grupo ha tenido 60 años de labor ininterrumpida y que su trabajo ha sido fundamental por varias razones, como la incorporación de técnicas modernas en la dramaturgia ecuatoriana; la puesta en escena de obras clásicas y contemporáneas con un enfoque crítico y social. La consolidación del teatro como un espacio de denuncia social, explorando nuevas formas de expresión, incluyendo el teatro experimental. La apuesta por la modernización de las técnicas teatrales, incorporación elementos multimedia y nuevos formatos de puesta en escena. Además de su compromiso con la formación de nuevas generaciones de actores y directores en nuestro país.
Teatro Ensayo ha sido clave en la evolución de la escena ecuatoriana, combinando arte y denuncia social a lo largo de su trayectoria. Su legado sigue vigente, impactando a nuevas generaciones y manteniendo viva la esencia del teatro como herramienta de cambio. Huasipungo volvió a escena porque el Teatro Ensayo busca que el teatro sea como una poesía hecha por todos.
Ficha Técnica:
Formato: Teatro experimental de creación colectiva
Dirección artística: Antonio Ordoñez
Adaptación: Marco Ordoñez
Coreografía y Dramaturgia: Creación colectiva
Banda sonora: Patricio Nogales
Diseño de Iluminación: Carlos Guamán
Elenco: Byron Paste, Ritha Pinos, Patricio Nogales, Karen Riera, Carlos Guamán, Paola Arce, Julián Muñoz, Priscila Guerra, Geovanna López, Marilyn Salinas, Roberto Chucuma, Alexandra Puyol, Catalina Pacheco, Viviana Muñoz, Pablo Guamán y Jorge Gancino.
* Parafraseando a Walter Benjamin
[1] “Huasipungo” es una novela del escritor ecuatoriano Jorge Icaza, publicada en 1934. Es considerada una de las obras más importantes de la literatura indigenista latinoamericana.
Jhonatan Salazar Achig : Comunicador Social de la Universidad Central del Ecuador. Magister en Filosofía y Pensamiento Social en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO Ecuador.
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